De tantas opiniones divergentes respecto a la fundación de una nueva compañía, finalmente triunfó la idea en favor de crearla. El Directorio General autorizó a los voluntarios de la Primera Compañía para que “quien tenga la buena voluntad de pertenecer a la compañía en formación lo haga y de no tener problemas en hacerlo, sólo tendrían que presentar su renuncia a la Compañía con conocimiento al Directorio General”. Todo esto, alentado además, por la inconformidad que existía por parte de algunos integrantes de la Primera Compañía respecto al actuar de sus dirigentes, lo que generaba una seguidilla de problemas que alteraban el buen funcionamiento de la institución.

Un relato entregado por el Director Honorario, don Arturo Zurita Pereira, agrega que otro aspecto que generaba división al interior de Bomberos y que dio pie a la fundación de la Segunda compañía fueron diferencias de opinión en aspectos político-partidistas y deportivos, dadas las tendencias que reinaban en la época. En sus palabras, nos dice que “cuando ingresé al Cuerpo de Bomberos de Achao el año 1952, me di cuenta y con mucha claridad que dentro de la institución existían discrepancias en la parte política y también en la deportiva. El jefe de Correos y Telégrafos, lugar donde yo trabajaba, don Héctor Villegas V. conversó conmigo en varias ocasiones para decirme que debía ingresar a la institución bomberil y al Partido Radical, además de jugar por el Deportivo Unión Juvenil (Duj); en ese tiempo don Héctor me convenció en la parte bomberil e ingresé a la Segunda Compañía, más tarde ingresé al Partido Radical y en cuanto, al Duj no ingresé porque estaba muy comprometido con mis compañeros de equipo y con los dirigentes del Club Deportivo Porvenir. Don Héctor Villegas reingresó a segunda compañía el 02 de septiembre de 1949 fue Secretario General los años 1950, 1952 y 1953, fue trasladado más tarde como Jefe Provincial en el Servicio de Correos y Telégrafos, en esa ciudad ingresó a la institución bomberil ocupando por años cargos en el Directorio General. Esta impresión coincidía con la que tenía el Sr. Atanasio Arellano, que ingresó a la institución el año 1944, y con lo que le manifestaba don Alfredo Álvarez, quien vivía cerca de mi casa.